REFLEXIONES
“AUTORIDAD Y LIBERTAD”
Por: Vidal Merma C
ANÁLISIS DE CASOS:
En cierta ocasión, cuando
recién comenzaba, en los primeros años de mi labor pedagógica, comenté con el director
académico del colegio donde ensañaba, lo que al parecer había sido de parte mía, un desliz en
el uso de la autoridad. Le conté un poco mortificado haberme negado a que un
alumno de otra clase permaneciera en la ventana del salón
haciendo insistentemente muecas, mientras que dos alumnos hacían una exposición, provocando la
risa de los demás estudiantes. Ante la negativa del alumno de retirarse del
lugar tuve que interrumpir la exposición, y salir del salón para llamarle
fuertemente la atención mostrando así mi disconformidad y descontento. Para mí,
esta acción, con la que había devuelto al aula el clima necesario para
continuar con la actividad específica y restaurar el derecho a proseguir la labor
docente, había sido autoritaria. El director académico muy seguro de si me dijo
que no, explicándome que libertinaje hubiera sido si Yo permitía que la
indisciplina de una libertad mal entendida desequilibrara el espacio
pedagógico, perjudicando así su funcionamiento y llevándome inevitablemente al
descontrol total.
REFLEXIÓN:
A menudo en nuestras instituciones
educativas se presentan los conceptos de
libertad y autoridad, como
opuestos o antagónicos; en el que la
libertad de los estudiantes y la autoridad del docente tienden a
enfrentarse y competir; este es el gran problema al que suele
enfrenta el docente de opción democrática que se ve en la necesidad de buscar
el límite, para que la libertad no degenere en libertinaje y la autoridad en
autoritarismo.
Muchos de nuestros estudiantes consideran
que la libertad está por encima de cualquier límite, como en el caso antes
mencionado; creen que tienen derecho a todo y nada les debe ser negado y prohibido. Como sabemos
no es exactamente así, porque si es cierto que es una facultad que posee todo
ser humano de poder obrar según la propia voluntad (capacidad de elección); esta
implica ciertas condiciones; como plantea Adela Cortina, la libertad es independencia
para el disfrute de la vida, pero siempre teniendo en cuenta las reglas y los
derechos de los demás; y es autonomía, que implica tomar las propias
decisiones, pero con responsabilidad. En tal sentido, hacer ejercicio de nuestra libertad no
significa elegir por elegir o un “hacer lo que yo quiera” caprichosamente, sino
por el contrario es optar libremente y con responsabilidad por algo que nuestro
entendimiento nos presenta como bueno, adecuado y conveniente, tanto para uno como para los demás.
Con respecto a la autoridad no es un poder
coercitivo que pretenda imponer a otros su voluntad a toda costa, cuando esto
sucede se convierte en autoritarismo, que lo único que genera es rebeldía y
disconformidad en nuestros estudiantes. Sin embargo, es importante señalar que
el docente sigue siendo tal. Que ese
apostar por la autonomía de nuestros estudiantes no significa caer en
permisividad. Muy por el contrario los estudiantes
no solo necesitan de límites, sino que también actuemos con firmeza; Cortina
(1997) dice “el respeto a la autoridad
permitirá hacer uso de su libertad que implica, firmeza y disciplina, en base a
los modelos que de él y ella, observa de los adultos, van asumiendo ciertas
características”, persuadir con argumentos y con el ejemplo siempre es más
conveniente que imponer una norma.
Finalmente, volviendo a esta aparente
contradicción entre el binomio autoridad y libertad, considero que no existe
tal. Formar en libertad es perfectamente
posible sin perder nuestra autoridad, por el contrario la reafirma y la
enaltece ya que subordina, como debe ser, la potestad a la autoridad
moral. El reto consiste en apostar por la
autonomía de nuestros estudiantes. Una
actitud que no significa de ninguna forma dejarlos a la deriva, pero tampoco
convertir nuestra función en una suerte de coerción que distorsiona los fines
educativos de un profesional. Así, nuestra praxis educativa es un continuo ajustar y soltar las “riendas formativas”.
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